Por Mayra Carrera
Twitter: @Advanita

Siempre lloro los domingos.

Antes lloraba los viernes cuando me quedaba dormida cansada de esperar a alguien que no llegaría, al menos no en esa noche, quizá al día siguiente.

Ahora lloro los domingos, mas no por la misma causa.

Hay cierta maldad en el aire que respiro cada domingo, es el día en el que afuera hay un sinfín de familias paseando por toda la ciudad; y yo preferí autosecuestrarme en mi casa y no salir; pasar medio día acostada en el piso con las piernas puestas en el sillón y la mirada en el techo, tratando de encontrar algo, o alguien por qué o por quién levantarme y vivir. Hace algunos años yo tenía una familia, hoy solo tengo soledad y vacío, recuerdos y muchos dolores.

Es por eso que lloro los domingos.

Porque no puedo con tanto recuerdo y dolor, con tanto odio hacia mí misma.

No puedo perdonarme haberle entregado mi vida entera a alguien a quien la suya se la entregó a alguien más, y ahora es que soy libre de ese yugo y yo prefiero llorar recostada en el suelo esperando que pase el tiempo. Irónico es que estando yo con ese hombre añoraba esta libertad: sentarme y ver el canal que yo quisiera, escuchar la música que yo quisiera y andar desnuda por la casa y, ahora que justo puedo, solo atino a llorar y a dormir, a pausas para olvidar o no pensar.

No busco nada, no quiero que llegue nadie, no quiero estar con nadie. No quiero servirle a nadie, ni dar cuentas de nada, si respiro es porque estoy viva y si estoy viva es porque no me queda de otra: solo quiero que me dejen sola, que me dejen llorar en mi mundo pequeño donde lo único que tengo es el vacío que emana de las paredes de mi casa.

Tras meses de buscar a ese hombre maravilloso que conocí en aquél verano de temperaturas exorbitantes, él regresó y se topó con mi rechazo. Jamás quise volver a verlo. No es a él a quien quiero, ni a nadie, no quiero a ningún hombre. No sé qué me pasó, pero renuncié a todo.

Menos a llorar los domingos. Solo quiero llorar los domingos.

Y que justo cuando se me tape la nariz, se me cierre la garganta y se me apague la voz, llegue quien suele llegar siempre en el momento en que creo que todo he perdido para hacerme sentir que no estoy sola, que él está tan distante y la vez tan cerca de mí.

Siempre lloro los domingos.

Y él siempre aparece, de alguna u otra forma.

Y hace, con una simple sonrisa, que yo vuelva a creer en el mundo entero.

Renuncié a todo, vaya que lo hice, menos a llorar los domingos. 

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