Por Alicia Alejandra
Twitter: @Alisless

 

 

Los cambios llevan implícitos la toma de decisiones aunque nos mantengamos eligiendo lo que pensamos y hacemos a cada instante, un cambio es un giro en la dirección, una vuelta inesperada, es tomar un camino distinto.

 

Podemos dirigir nuestras acciones a diferentes magnitudes, tenemos la posibilidad como seres de libre albedrío a permanecer o cambiar nuestro camino de tal forma que siempre estemos satisfechos por esa elección. No siempre será como pensamos, tal vez demos pasos equivocados, pero no importará si sabemos sostenernos de pie.

 

Es curioso que mientras estamos dentro de alguna tormenta anhelamos y deseamos escapar, libramos una lucha con todas nuestras fuerzas para salir. Pero si la tormenta dura demasiado, llegamos a aprender a vivir con ella, nos colocamos en el centro y en lugar de terminar de escapar nos habituamos y la aceptamos como forma de vida, como motor incluso para aprender lo que esa experiencia dolorosamente nos brinda.

 

Entre las emociones de antes y ahora se distingue diferencia, reconozco bien mis pasos, puedo oír las palabras que mis padres me pronunciaban para cultivar mi vida, las enseñanzas de mi padre que en todo el tiempo fue mejor que una ventana abierta.

 

Me atrevo a escribir que a estas alturas de mi vida siento que sus palabras me envuelven tan delicadamente que puedo sentirlas cerca.

 

Mi hermosa y amorosa madre hasta hoy me hace sentir protegida, aún lejos me cura la tos y la tristeza.

 

¿Cuánto tiempo ha pasado desde niña? No podría tener la certeza de todo el tiempo que me ha caído encima, pero el amor a mi familia está intacto.

 

De esas dichas que aprecias, de las que aprendes a transformar el camino, a veces no sabemos apreciar la dicha verdadera, esa que cuando la imaginamos lejana es precisamente cuando está más cerca cubriéndonos de sonrisas.

 

Un cambio en todas sus extensiones puede condenar o bendecir tu vida, sin embargo, hay cosas que nunca pierden su esencia y lo mejor de todo es que sabemos distinguirlas dándonos cuenta, si miramos bien, de lo afortunados que somos.

 

 

 

 

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