Por Citlalli Toledo

Twitter: @Citlalli_Toledo

 

La noche anterior me tomé la osadía de releer nuestra historia con la intención de decidir si  escribir un capítulo más o agregar el final. Opté por lo segundo, supuse que me sería más fácil inventarle un final un tanto feliz sin sufrimiento por la inevitable separación o por momentos que estaría obligada a vivir para escribir un final verdadero.

Desperté con buen ánimo; para inspirarme decidí ir al lugar de nuestros encuentros, recordar todo lo que vivimos y lo que alguna vez nos prometimos vivir: un viaje juntos, despertar y darnos cuenta que por un momento fuimos realidad.

Tomé mi libreta, saqué una pluma con tinta rosa, y cuando me disponía a escribir entró una llamada a mi celular: era él, me invitaba a pasar la tarde juntos; cerré la libreta, guardé mi pluma y le dije que pasara por mí al lugar de siempre.

Llegó y esa decisión de escribir un final ficticio la dejé de lado, ahora quería vivir un capítulo más, disfrutar del poco tiempo que siempre tenemos, hablar, reír, escuchar música, volver a besar sus labios, recorrer con nuestras manos los caminos que tiempo atrás dejamos trazados en nuestra piel, los cuales me tomo el atrevimiento de decir  ya tenemos memorizados.

Y sucedió, todo comenzó con una plática muy amena recordando todos los momentos divertidos que hemos pasado, recordándonos, reinventándonos para seguir adelante con lo nuestro. Esta vez no hubo promesas ni planes a futuro.

Decidimos vivir el momento, reavivando el deseo, saciándolo, perdiéndome en sus brazos, no en su mirada, para no enamorarme otra vez, para lograr escribir el que estoy segura, será el último capítulo y por consiguiente un verdadero final feliz.

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