Por Dulce Villaseñor
Twitter: @Doolcevita

Le dije que se quede conmigo, que me deje hacerlo feliz. Que quiero dormir en él, sobre su pecho, que no me importa que ronque porque no se mueve mientras me abraza y eso es demasiado bonito como para quejarme. Le pedí que me deje estar con él aun en sus días malos, que quiero besarlo a todas horas a pesar del mal humor de los lunes y de las nostalgias de domingo. Le pedí que me enseñe a bailar salsa y que a cambio yo puedo enseñarle a disfrutar música extraña y melancólica. Le dije que quiero quitarle la ropa y tirar con ella mis complejos. Le aseguré que no tengo miedo ni dudas ni nada que pueda lastimarme más que el hecho de sentirme  tan vulnerable a su lado sin poder evitarlo. Le propuse que ambos hagamos los ajustes necesarios para clausurar nuestro pasado y comenzar otro presente mucho más divertido y sin tormentas. Le dije que puedo esperar, que quiero vivirnos, y que no le conviene dejarme ir porque soy de esas que no se encuentran tan seguido, soy de esas que se avientan en paracaídas, compran boletos de avión a París de un día a otro, se alimentan de palabras y combaten las noches de soledad con el brillo de las luciérnagas. Le dije que se quede conmigo, y espero la respuesta con la paciencia de una bestia atrapada en un pantano. 

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