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por Arturo Garmendia


Joaquin Phoenix

M. Night Shyamalan es un joven director hollywoodense que en poco tiempo ha sabido hacerse de una reputación en el medio como especialista en temas paranormales, que en ocasiones lindan con el género del horror. Nacido en la India en 1970,  en la localidad de Pendicherry, emigró con su familia a los Estados Unidos a Penn Valley, un suburbio de Filadelfia.  A los 22 años filmó su primer película como autor total: Escribió, dirigió y protagonizó Praying with Anger (Rezando con ira) 1992, en la que narraba el viaje de un joven americano de origen hindú a su país de origen, en busca de sus raíces y de darle un sentido a su vida. Seis años después filma Wide Awake (Bien despierto) 1998, la historia de un niño de diez años que sale en busca de Dios después de la muerte de su abuelo.
Pero no fue sino hasta el año 2000 cuando llamó poderosamente la atención al mundo del cine con El sexto sentido, relato sobre un niño con poderes extra-sensoriales que le permiten comunicarse con los muertos y un psicólogo víctima de una terrible depresión, que trata de aliviarlo del terror que le causan encuentros sobrenaturales.
La aldea (2003) es su tercera película después de aquel éxito, y nos muestra cómo  los miembros de una pequeña comunidad rural de Covington, Pennsylvania, poco tiempo después de la Guerra Civil americana, viven atemorizados debido a unas desconocidas criaturas que habitan en los bosques de su alrededor. Varias reglas que no deben ser quebrantadas hace el asunto aún más tenebroso: No deben aventurarse más allá de los linderos del bosque; tienen un observatorio para hacer una guardia permanente, y el vigía en turno sonará una campana en caso de advertir algo anormal, señal para ocultarse en sótanos construidos bajo sus casas, y no deben portar o mostrar objetos de color rojo.

Adrien Brody

La aldea está regida por un Consejo de personas mayores y vive en armonía casi completa, de una manera rústica pero autosuficiente. Sin embargo la nueva generación, que nunca conoció el mundo exterior, tiene tentación de asomarse a lo desconocido por lo que comete, de vez en cuando, pequeñas  transgresiones  a las reglas, mismas que son respondidas con algunas señales cada vez más ominosas: Corderos desollados, puertas manchadas con sangre; incursiones de “los innombrables” al pueblo, cada vez más frecuentes. Esta escalada del terror y las visicitudes de un triángulo amorosa formado por los jóvenes Joaquin Phoenix y AdrienBrody,  así como la debutante BryceHoward, dan interés y tensión al relato, al menos las dos primeras de las tres partes. Pero el desenlace viene a echar por tierra lo construido, con consecuencias graves para el conjunto.
Sabíamos ya de la afición de Shyamalan por las vueltas de tuerca para finalizar sus historias: de hecho, la del Sexto sentido es genial. Usó esa técnica en El Protegido(Unbreakable, 2000 ) y con mayor fortuna en Señales (Signs, 2002), haciéndonos pensar con tal reiteración si lo que estaba construyendo Shyamalan era un estilo o sencillamente un “machote”, una fórmula que le permitiera construir más fácilmente sus tramas argumentales. A juzgar por lo que se advierte en La aldea, estamos más cerca de esta segunda hipótesis que de la primera.

Bryce Howard

En primer lugar, Shyamalan ha llevado esta técnica al paroxismo: Aquí tenemos no una, sino tres vueltas de turca sucesivas. Cuando la historia finalmente llega a un clímax, con el protagonista decidido a penetrar en el bosque, la historia cambia y otra figura pasa a ocupar el primer plano de la narración, con lo que se rompe la continuidad dramática. Pero a poco viene un nuevo giro: la revelación de la verdadera naturaleza de las criaturas malignas, con la consiguiente caída de la tensión, y finalmente una más que contextualiza históricamente la acción, lo cual si bien sorprende minimiza totalmente el relato.
Lo que en principio parecía una alegoría sobre el pueblo americano, encerrado en sus propios temores y dispuesto a considerar enemigo a todo lo que le parece diferente; o bien la manipulación de establisment sobre la población, para mejor controlarla a partir del miedo al terrorismo termina por no ser mas que una historia interesante, pero mal contada.

El guionista ha traicionado al director que, por otra parte (es justo reconocerlo) ha mejorado su puesta en escena y resolución técnica de la película. Finalmente, cabe mencionar que, como en sus cintas precedentes, Shyamalan aparece  brevemente en la película, en el estilo del maestro AlfredHitchcock, con quien a menudo se le compara. Se trata sin duda de una reminiscencia de sus inicios en el medio: Como ya hemos visto, protagonizó su primera película. Fuera de eso, la comparación no ha lugar. ¿Llegará algún día Shyamalan a madurar?. Por el bien de los cinéfilos, ojalá así sea.

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