Las porquerías del ISSSTE
Morir por negligencia

Redacción
6 de mayo de 2003

Si algo aprendió bien Benjamín González Roaro de su maestra Elba Esther Gordillo, es a utilizar la demagogia. Y es que apalancado en una impresionante y costosa campaña publicitaria, González Roaro no repara en pregonar los “logros” del ISSSTE bajo su administración.
Justo cuando estas líneas se escriben, González Roaro pasea en Bélgica, según esto, busca allá “experiencias internacionales, para aplicar las mejores alternativas en la reforma del ISSSTE…”.
Ni hablar… Lo cierto es que aquí, en su casa, un caso deja al descubierto la “porquería” en que se encuentra sumido el Instituto.
Es el caso de la señora Irma Yolanda Serrano Garduño, quien el 11 de abril último fue sometida a una “sencilla” operación de vesícula en el hospital “Dr. Ismael Vázquez Castillo” del ISSSTE, en Querétaro. Ocho días después, la señora Serrano Garduño murió en un hospital del IMSS.
Se puede borrar de aquí todo tinte editorial, pero aun así, el México imaginario que gusta dibujar Vicente Fox a los mexicanos y que en franca emulación sólo repite González Roaro, se derrumba ante el frío relato de Nadia López Serrano, quien lejos de pretender algo para sí, deja como advertencia a los lectores de Imagen Médica su testimonio:

Mi tía, Irma Yolanda Serrano Garduño, falleció el pasado 19 de abril en las instalaciones del IMSS, a causa de un error médico que sucedió en la clínica hospital “Dr. Ismael Vázquez Ortiz” del ISSSTE, en la ciudad de Querétaro, Querétaro.
Expondré mi caso con el fin de que el público y las autoridades estén enterados del tipo de “atención” que una clínica como esta proporciona a sus derechohabientes:
Mi tía fue programada para una laparoscopía el día 11 de abril del 2003, pues tenía un cálculo en la vesícula. La cirugía sería practicada, según nos indicó el cirujano Francisco Rocha Feregrino, con un aparato que le había sido “prestado” al ISSSTE, por lo que nosotros, sus familiares, tendríamos que adquirir unas “tijeras” que hacían falta para realizar la cirugía.
Rocha Feregrino dijo que él tenía mucha experiencia en ese tipo de cirugías, y agregó que a los “compañeros les serviría para que se enseñaran”. Tranquilizó a mi tía Irma, al indicarle que era una operación sencilla, que al día siguiente la darían de alta, y que por la noche ya estaría en su casa.
La cirugía se realizó poco antes de 11:00 horas, luego de que hicimos entrega de las “tijeras” que el doctor Rocha nos solicitó para la misma.
A las 14:30 horas nos informaron que el doctor quería hablar con los familiares, y con él acudieron mi abuela y mi madre. El doctor les informó que mi tía había sufrido “un paro de menos de un minuto”, que se había presentado probablemente como una “reacción” a la anestesia.
Hasta la fecha, desconocemos el nombre del anestesiólogo. Y nos preguntamos: ¿por qué no se le hizo una valoración previa a las reacciones a la anestesia para que este tipo de cosas no ocurrieran?
El doctor Rocha dijo que había que esperar para ver la reacción de mi tía, quien para entonces ya se encontraba en Terapia Intensiva, dando, cada vez que respiraba, saltos en la cama a la vez que sus ojos se abrían desmesuradamente, con la mirada perdida.
Preguntamos a enfermeras y doctores que la atendían sobre la situación, limitándose todos ellos a contestar que aún no se le había pasado la anestesia, que se encontraba estable, y que no nos preocupáramos (nunca nos informaron que los saltos que ella daba eran convulsiones). Las convulsiones nunca le fueron controladas por los médicos del ISSSTE durante el día que permaneció en esa Institución.
El mismo día, 11 de abril, otra de mis tías, la señora Adriana Serrano, acudió al hospital a pedir informes sobre el estado de mi tía Irma, el doctor José Luis Meza Cruz le informó que el paro que había presentado no había sido de un minuto, sino de 10 minutos y que, hasta ese momento, no se podía determinar el daño cerebral que mi tía Irma había sufrido, lo que se podría determinar hasta el momento en que el cerebro se le desinflamara, además, el doctor le dijo que ya no estaba convulsionando.
Eso fue mentira, pues mi tía Irma nunca dejó de convulsionar mientras estuvo internada en el ISSSTE. Como familiares nos preguntamos: ¿por no ser médicos no tenemos derecho a que se nos diga la verdad? Ningún doctor del ISSSTE se acercó a nosotros para explicarnos cual fue el motivo real del paro que sufrió mi tía Irma, sino que cada uno nos daba el mismo pronóstico de “estable”, y diferentes tipos de información acerca de la duración del paro que sufrió.

UN DÍA DESPUÉS

El 12 de abril, la doctora Gloria Vázquez se comunicó con mi abuela preguntándole si mi tía Irma era derechohabiente del IMSS, pues era urgente trasladarla. Al acudir al ISSSTE dicha doctora nos ofreció dos opciones: trasladar a mi tía al IMSS o bien al hospital Primero de Octubre del ISSSTE en la ciudad de México. El motivo del traslado, dijo, era que los ventiladores que ayudaban a respirar a mi tía “no le servían para su problema y que la terapia del ISSSTE era una porquería”.
Le dijimos a la doctora que preferíamos el traslado al IMSS, ya que consideramos que, por su estado, era lógico que mi tía Irma no iba a llegar viva hasta México.
Cuando sacaron a mi tía de Terapia Intensiva la vimos en el mismo estado que el día anterior: con los ojos desmesuradamente abiertos y haciendo un gran esfuerzo para respirar, se convulsionaba.
Mientras la subían a la ambulancia, la doctora Vázquez hablaba con mi tía Irma, fingiendo que podía escucharla, lo cual, hasta para nosotros que no somos médicos, sabíamos que resultaba imposible. Sin embargo, la doctora dijo que iba consciente. Mi abuela le preguntó, ¿cómo la va a escuchar mi hija si está convulsionándose? La doctora no contestó, sólo agregó que iba en estado de “shock”.
La doctora Vázquez indicó a mi madre que acompañara a mi tía en la ambulancia, y ahí le pidió que no dijera nada de lo del paro, pues en el IMSS no la recibirían y la desahuciarían, agregó que ella ya había manejado el mismo diagnóstico previamente con el doctor Arvizu, con quien laboraba conjuntamente en el IMSS. En la hoja que enviaron al IMSS, no se asentó lo del paro.
Al encontrarnos en Urgencias del IMSS, nos informaron que mi tía Irma se encontraba muy grave y que seguía presentando crisis convulsivas. El diagnóstico nos fue corroborado más tarde por nuestro médico familiar, el doctor Agustín Santana Hernández, que pasó a revisar a la paciente.
Santana Hernández nos informó que en el ISSSTE nunca le fueron controladas las convulsiones, pues momentos antes había estado en el ISSSTE con la doctora María Marisela Olvera -quien labora ahí-, y quien solicitó a la doctora Vázquez información sobre nuestra paciente, misma que se negó a proporcionar de manera déspota.
Desconocemos aun que documentos fueron entregados por parte del ISSSTE al IMSS, así como los diagnósticos que fueron asentados en el expediente.
Ese día, al encontrarnos varios miembros de la familia en la Jefatura de Enfermeras del IMSS, en espera de cualquier noticia sobre el estado de nuestra familiar, se presentó la trabajadora social del ISSSTE Juana Santamaría, acompañada del chofer, quienes instigaron a mi madre y a mi tía Adriana a que les firmaran un “Alta voluntaria” aduciendo que no era un traslado, pues no aceptaron llevarla al Primero de Octubre en México.
Tanta fue su insistencia, que mi tía Adriana firmó “bajo protesta” y mi madre, Alejandra Serrano Garduño, escribió sobre el "Alta voluntaria” que no había sido “Alta voluntaria”, sino un traslado ordenado por la doctora Vázquez, y que la misma había informado que los ventiladores del ISSSTE no servían.
Como a las 16:00 horas mi abuela recibió una llamada de la doctora Vázquez, quien trataba de localizar con urgencia a mi madre, pues ya había leído las anotaciones que mi madre y mi tía le habían puesto a su hoja de “Alta voluntaria”.
Más tarde, la doctora Vázquez localizó a mi madre y le pidió que fuera a cambiar esa hoja de “Alta voluntaria”, pues ella podía perder su trabajo.
Mi madre Alejandra se encontraba en las instalaciones del IMSS en compañía de la señora Luz Elena Guerrero Suárez, excompañera de trabajo del ISSSTE, la cual le aconsejó que mejor firmara el alta a la doctora, y que, si posteriormente deseábamos hacer algo en contra de los doctores, ella trabajaba en el archivo del ISSSTE por lo cual se encontraba en la posibilidad de facilitarnos copia del expediente.
Luz Elena agregó que, como ella ya se había percatado en otras ocasiones, seguramente ya habrían “maquillado” el expediente de mi tía Irma, sacándole y anexándole notas médicas y demás hojas a su conveniencia. Comentó también que lo más conveniente era firmar el “Alta voluntaria” a la doctora Vázquez, puesto que mi abuela podría, en ocasiones posteriores, necesitar de cualquier servicio en el ISSSTE y el hacer esto podría facilitarle las cosas para obtenerlo.
Luz Elena se retiró de las instalaciones del IMSS, con la promesa de que el lunes siguiente nos proporcionaría copia del expediente, lo cual nunca hizo, pues días después nos manifestó que el expediente aún no había llegado al archivo y que se encontraba “perdido”.
Eran aproximadamente las 19:00 horas, luego de la visita a mi tía Irma, y recién que los doctores habían informado a mi abuela sobre la gravedad de mi tía, cuando estando mi abuela en compañía de otros familiares en la sala de espera del IMSS, se presentó la doctora Vázquez.
Preocupada, la doctora Vázquez dijo a todos los presentes que lo que mi madre y mi tía le habían hecho al firmarle el “Alta voluntaria” con esos recados y bajo protesta, no se hacía, era tal su desesperación para que nuevamente se le firmara su papel, que no reparó en todo lo que dijo.
Considerando el momento en que se encontraba y coaccionada por tanta palabrería, mi abuela no tuvo más remedio que firmarle. Nuestra preocupación en esos momentos era la salud de nuestro familiar y la de la doctora Vázquez, perder su trabajo.
La doctora Vázquez confesó con tono nervioso: “tu hermana está presentado una tromboneurosis pulmonar, fue un error nuestro, debimos prepararla neurológicamente para la anestesia y no lo hicimos”, y se ofreció a hacerse cargo de mi tía, en el IMSS, por esa noche.

EL DESENLACE

El domingo 13 mi tía Irma cayó en coma, durante las visitas del día únicamente la vimos dormida, jamás volvimos a verla como entró al ISSSTE y como debió de haber salido, completamente lúcida y hablando. Los diagnósticos eran desalentadores, tanto tiempo en paro, tanto tiempo convulsionándose, tanto daño a su cerebro, y la impotencia de ver que no volvió jamás en sí.
La que sí volvió fue la doctora Vázquez, quien durante el tiempo que estuvo como intensivista -el domingo- no tardó en decirle a mi abuela lo grave que se encontraba mi tía, pero no le dio la razón del por qué se puso así. Lo que sí le repitió varias veces, es que gracias a ella, mi tía Irma tenía cama en Terapia Intensiva, cosa que mi abuela le tuvo que agradecer forzosamente, esperando que no tomara represalias sobre mi tía Irma que no hablaba, no veía, ni mostraba ninguna reacción.
El lunes nada cambió, y el martes 15 nos solicitaron el medicamento Carnotprim – con la finalidad de hacer funcionar los intestinos- el cual les fue entregado, los días consecutivos estuvimos todos presentes en el servicio de Terapia Intensiva, aunque durante los ocho días que permaneció en el IMSS, mi tía no regresó en sí.
Los diagnósticos seguían sin cambios, excepto por el aumento de su temperatura, que alcanzó los 41 grados.
Fue hasta el sábado 19 de abril, en la visita de las 11:00, cuando el médico de guardia informó a mi abuela que mi tía Irma tenía los intestinos “destrozados”. En la siguiente visita, la de las 23:00 horas, mi abuela ya no pudo verla, pues descubrió su cortina cerrada: mi tía estaba agonizando.
Mi tía falleció finalmente a las 23:20 horas. La doctora Irma Zamora García y varios doctores de guardia de Terapia Intensiva nos informaron que durante el tiempo que permaneció mi tía Irma ahí, tuvo un grave daño en su cerebro, un coma cerebral. Tal y como quedó asentado en el acta de defunción extendida por la doctora Zamora García, encargada de Terapia Intensiva en ese turno.
Ninguno de los médicos que atendieron inicialmente a mi tía en el ISSSTE se acercaron a nosotros para darnos una explicación lógica. Nunca nos mostraron el cálculo que le fue extraído, por eso ahora dudamos si fue verdad que se le extrajo.
Ahí están las discrepancias entre los informes de los diferentes médicos del ISSSTE, así como su desesperación por conservar su trabajo a costa de todo, y tratar de esconder la manera en que en realidad sucedieron los hechos. Ahí está la aceptación explícita de algunos de ellos de que habían cometido un error en los procedimientos médicos que le fueron practicados a mi tía, la señorita Irma Yolanda Serrano Garduño.
Sentimos una gran indignación.
Mi tía no tuvo la atención que, en su carácter de servidores públicos, los médicos tenían la obligación de brindarle. Creo que ellos no se percatan que tienen una vida en sus manos, ni de la confianza que todos depositamos en ellos.
Aunque sabemos que nada de lo que hagamos va a regresarnos a nuestro familiar, por lo menos queremos que su muerte sirva para alertar a todos los derechohabientes sobre el tipo de “atención” que se prodiga en esa clínica del ISSSTE, y que, por lo menos, en el futuro dichos médicos tengan cuidado en los procedimientos que aplican y que sepan que la gente ya no tiene miedo de quejarse y ya no se queda callada como antes, por lo cual no pueden seguir utilizando seres humanos para “practicar”.

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