Por Mayra Carrera
Twitter: @Advanita

Tras el vidrio empañado de la puerta de baño quise escribirte “perdóname” en aquel lugar que no era mío: ni era mi casa, ni mi ciudad. Pero era perfecto, podía oler la felicidad tras abrir la puerta de todas las habitaciones que compartimos y a las que no volveremos juntos jamás.

 

Tras la puerta de cualquier habitación, quise decirte “te quiero” en aquel lugar que no era nuestro y, sin embargo, olía a nosotros, a nuestras vidas, a nuestra presencia, a nuestras almas, a nuestros cuerpos que se juntaron para no volver a encontrarse jamás.

 

Tras la mesa de aquel bar, yo quise decirte “ven”; en aquél lugar que es mi favorito, donde se anidan todos los recuerdos de cada vez que vuelvo a él, a sentarme en la misma mesa, a ser feliz del mismo modo, con la misma gente. La que se entrega, la que nunca abandona, como tú.

Tras el banco de aquel restaurant, yo quise decirte “quédate” en aquel lugar donde fui tan feliz, donde usé todos mis sentidos y al final perdí uno que otro; en ese lugar donde te quedaste y que irónicamente la que no se quedó fui yo.

 

Tras el camino y ese tráfico, quise decirte “te extraño”, entre esas calles y aquellos lugares que admiré profundamente, y era tan perfecto casi todo qué, ahora, tras la ventana de mi cuarto en ruinas, en mi lugar, en mi casa y en mi ciudad, es que se apareció el demonio llamado Rencor.

 

Y es que no te perdono, ni quiero que vengas, ni que te quedes.

 

Y es que te extraño, de qué manera te extraño; y es que te quiero, sí, sí que te quiero. Aún.

Pero tengo un demonio llamado Rencor, tan grande como la distancia que, aun estando juntos, pusiste entre los dos. Y es que el Rencor creció como un tumor que invadió mi cuerpo, el mismo que mantuviste alejado del tuyo lo más que pudiste. Y es que tengo el rencor escondido en mi pecho, así como me escondiste tú, y es que quisiera evitarlo, así como me evitaste tú.

 

Y es que odio de la misma forma que amo: intensamente, apasionadamente, con fuerza, con rabia; porque yo no sé de olvidos, tampoco sé de perdones.

 

Quizá fuiste solo viento que revoloteó mis despeinados cabellos, que heló mi cuerpo, que enchinó mi piel y cimbró mi cuerpo. Sí, debes ser viento, que el viento no sabe de retornos; jamás volverás. Y no quiero que vuelvas; al fin viento, te quedan muchos lugares por recorrer.

Tengo un demonio llamado Rencor que puse en una balanza junto con el amor que siento por ti. Y es que siento más rencor que amor y es este demonio que me come, que me cega, que me invade, que me allana, que me explota en el pecho y sube hasta mi mente y emana de forma líquida a través de mis ojos.

 

Tengo un demonio llamado Rencor, que ya es parte de mí, de esa parte que te amaba, de esa parte que te regalé un día y no supiste conservar, valorar, atesorar. Amar.

No me perdones, no me quieras, no vengas, no te quedes, no me extrañes.

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