Por Katherine Aguirre

Twitter: @kath_af

Todos somos adictos a algo y por más que intentemos mentirnos y mentirle a los demás, sabemos que tenemos algún vicio que muy en el fondo negamos, pero que está allí presente dominándonos y haciéndonos cada día más dependientes a él. Si cerramos los ojos y nos dedicamos a pensar en ello, seguramente encontraremos algo que aunque nos parezca insignificante o inofensivo, está allí y es parte de nosotros.

Y es que existe toda clase de vicios y adicciones que combinan con toda clase de personas. Vicios comunes pero nunca muy bien aceptados como lo puede ser un cigarrillo todas las mañanas junto al café, una copa de vino cada noche para dormir tranquilo o alguna droga ilegal que te haga sentir relajado.

Adictos a la comida, a las mentiras, la soledad, al deporte, para todo hay alguien dispuesto a amarrar su vida sin saberlo al principio.

Pero también existimos algunos que nos arriesgamos mucho más y elegimos ser dependientes del peor vicio y la más bella adicción de todas conocida comúnmente como el amor.

Somos dominados por este sentimiento que sin saberlo nos invade cada célula y poro del cuerpo colándose en lo más profundo de nuestro ser para hacernos desear siempre más y más. El amor nos vuelve adictos a la simpleza de una mirada capaz de iluminar nuestro mundo, a la comisura de unos labios moviéndose para crear una sonrisa o al perfume característico de una piel que nos encanta recorrer cada día.

Creamos esta dependencia tonta que sabemos que está mal porque nos hace sufrir en algunos momentos y en otros nos hace sentir en las nubes, enamorados.

Todo es como un viaje en una montaña rusa, tiene sus momentos en los que te elevas, en los que caes y otros en los que simplemente disfrutas el viaje.

Pero nada de lo malo y doloroso que trae el amor importa porque al final de todo somos felices así, sabemos que nunca podremos desenlazarnos de él y lo aceptamos tal y como es. Porque los que han sido capaces de abandonarlo no han tenido ningún otro vicio que pueda ocupar el vacío que este ha dejado.

Por algo dicen que el amor es lo que llena los bares.

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