Por: Citlalli Toledo

Twitter: @citlalli_toledo

 

Si me quieres, ¿por qué te alejas?preguntó.

Porque cuando él apareció, aprendí a querer como él: en pluralcontestó.

Entonces, ¿ya no me quieres? insistió.

Los quiero, nos quiero le dijo mientras soltaba su mano.

 

No había nada más que decir, ni explicaciones por dar, sabía que por más que le enfatizara sus razones, sentimientos, no estaría dispuesto a algo así; él jamás entendería que se alejaba porque lo quería, por su bien, por el de ella, por el de la otra persona.

Lo de ellos, inicialmente, era simple atracción, un intento de amistad más lo primero que lo segundo—,conversaciones amenas, salidas que al paso de los días se hacían más frecuentes; mensajes, llamadas y el primer beso.

Los dos asumían su situación: cada quien tenía a alguien más, a una persona que querían, pero que tal vez no les atraía del todo, o no les satisfacía por completo, por eso permitieron que, entre ellos, todo fluyera. Dejó de ser una casualidad para convertirse en una causalidad, para convertirse en momentos de diversión, y un toque de deseo.

Tiempo después esa “relación” dio un giro de 180 grados: una atracción combinaba otro tipo de emociones, sentimientos. Ella se dio cuenta de que lo quería casi igual que su pareja en turno. No había más explicaciones: por dejarse llevar, comenzó a sentir, aprendió a quererlos a los dos, en plural, como él le enseñó.

Para él, la situación era un poco común, ya le había sucedido anteriormente, por eso no le causó gran problema, sabía lidiar con eso, se negaba a sentir. A ella no le parecía justo querer a dos a la vez, por tal motivo, se alejó, primero de su pareja y después de él, queriéndose, queriéndolos, con un buen aprendizaje y sin final alguno, dejando, como en este texto, puntos suspensivos…

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