La salud en los primeros 100 días
La miseria: Vivir sin ser


Roselli Reyes Cuevas y Valentín Cardona
13 de marzo de 2001

 

Los resultados de los primeros 100 días de gobierno de Vicente Fox en materia de salud, son poco alentadores. Y bien podría no haber secretario de Salud y las cosas estarían como hasta ahora.

Y es que es la inercia del viejo sistema la que mueve todo, la que todo ordena, y la que todos siguen.

Son 100 días desde que Fox asumió el poder presidencial, pero también son casi nueve meses desde que Zedillo le anunció que lo haría.

Ahora se pide un nuevo plazo; el tiempo necesario para la presentación del Plan Nacional de Desarrollo y el Programa de Salud para el período 2001-2006.

Y mientras miles de mexicanos mueren por falta de atención médica, y otros tantos sufren los rezagos en materia de salud, Julio Frenk Mora, secretario del ramo, sigue planeando "líneas estratégicas" para los próximos seis años.

Pero no es todo, ante las demandas de los pueblos indígenas, Frenk Mora prefiere enfocar la atención a los estados del norte del país, pretendiendo dejar en el olvido a las comunidades y pueblos del sur, que ya ni siquiera aparecen en su discurso oficial, donde abundan las reiteraciones simplistas.

Sin embargo, don Julio Scherer García y el subcomandante Marcos, confrontan una realidad con la realidad de Frenk Mora. Reproducimos una parte de la entrevista televisada -aunque usted no lo crea-, de Marcos con Proceso:
— La miseria es mucho más que un cuerpo famélico. Es la niña que vio Heberto Castillo abrazada a una piedra, su hija, y son las 50 niñas de un internado que compartían una muñeca de la que sólo quedaban hilachos. ¿Usted, Marcos, cómo se representa la miseria?
— En Patricia. En una niña también. Una niña que se me murió en los brazos, de menos de cinco años de edad, de calentura, en un lugar que se llama Bellanal, en la comunidad de Las Tazas, porque no había un mejoral para bajarle la fiebre, y se me fue en las manos. Tratamos de bajarle la fiebre con agua, con trapos mojados, la bañamos y todo, su padre y yo. Se nos fue. No requería intervención quirúrgica, ni un hospital. Necesitaba una pastilla, un mejoralito. Entonces nosotros dijimos: ¡No! Esto es ridículo, porque además esa niña ni siquiera nació, no había un acta de nacimiento. ¿Qué más miserable que naces, te mueres y nadie te conoce?
— ¿Qué sintió usted, con un ser que se le murió?
— Sientes impotencia, coraje. Se te cae todo el mundo encima; que todo lo que pensaste que todo lo que hiciste antes es inútil si no puedes evitar esa muerte que si es evitable, que es completamente injusta, absurda, irracional, estúpida.
— Y si estas emociones terribles se repiten en muchísimas partes, Marcos, ¿es posible una lucha que se percibe en el fondo, aunque no lo declaren, gestos de venganza?
— Ése es el peligro, el riesgo. Si ese rencor social no se organiza. Necesariamente viene la venganza. Y en el caso de los grupos indígenas puede tender al fundamentalismo, y ahí si no hay diálogo que valga. Que lo digan los europeos y los asiáticos y los norteamericanos, y ahí sí, en ese tipo de movimientos ahí sí hay globalización. No hay fronteras. Por eso nosotros decimos que es preferible que se organice ese descontento, y enfrente sus demandas y las lleve adelante, pero simplemente que tenga la puerta de poder resolverlas de una forma humana y no de una forma inhumana. En todo caso, que la sabiduría o la sapiencia de ese movimiento escoja, porque tampoco se trata de decirle a la gente yo voy a pensar por ti, y ahora nos convertimos o nos erigimos en el líder de la izquierda radical, moderada o ya no se cuantas izquierdas haya, que diga: deben transitar por este lado. Nosotros decimos: Nuestra responsabilidad es abrir puertas y confiamos en que la gente tiene la sabiduría para escoger la puerta correcta.
— La tiene, pero con el hambre.
— Llevamos mucho tiempo con hambre y hemos sobrevivido y no necesariamente ajustando cuentas
— Pero; ¿Cuánto se ha perdido en el camino, Marcos?
— Nada, aquí estamos, lo que se ha perdido es la vergüenza, este país no tiene vergüenza.
— Marcos, ¿cuántas víctimas vivieron sin saber lo que es la vida?
— Eso es lo que ya no queremos que se repita.
— Ehh.
— Eso es lo que ya no queremos que se repita. No queremos que se repita Patricia, que no nace y no se muere. No existe. No existe para ti, no existe para el público, no existió para Fox, ni para nadie. Fuera de su familia, no existió para nadie. Ni siquiera tiene una tumba. Eso no se debe volver a repetir, nosotros decimos; queremos la oportunidad de que esto no se repita. ¡Ya sabemos que el sistema no lo puede resolver!
— ¿Cuanto se está repitiendo ahora?
— Menos, ahora con la resistencia de las comunidades indígenas, nosotros bajamos la tasa de mortalidad entre 200 y 300 al año. Teníamos, en 1994, 15 mil al año. La mayoría, menores de cinco años que no aparecen en las estadísticas del DIF o del INI y que nunca tuvieron acta de nacimiento, son comunidades que están a tres o cuatro días de camino a pie, del punto donde se agarra un camión que va a la cabecera municipal, estoy hablando de la zona de la Selva Lacandona. Ahí naces y te mueres y nunca exististe. Pero nosotros si lo sabíamos por que ahí estabamos y llevábamos la cuenta en la zona del Norte, los Altos, la Selva, y la región de Costa y Sierra. Contamos en 1992 15 mil muertos.
— Vivir sin ser, Marcos. Finalmente.
— Y no sólo eso. Si vives siendo, lo es con vergüenza, porque los que alcanzaban a sobrevivir tenían que enfrentar el dilema de dejar de ser indígena, tratar de dejar de serlo para que lo aceptaran afuera, en las cabeceras municipales y en los centros de producción. Porque el hecho que llegaras con la cara indígena era ya objeto de burla y engaños. Por el hecho de llevar una piel morena y hablar otra lengua, ya significa que tu producto bajaba de precio, con el coyote, con el comerciante.
— La piel morena, Marcos, no se define en la actitud el mundo empresarial, el mundo del billete, el mundo de la prepotencia y todo ese odio contra los indígenas en una sola palabra que es la piel.
— Finalmente, y de todo el país, porque el racismo no sólo existe en la gente de piel blanca, también en la gente de piel morena que se avergüenza de lo que es, o que repite el racismo, finalmente los malos ya no son los morenos, ahora los malos son los blancos. Entonces en que medida el racismo es el color del pigmento de la piel, el color de los ojos, o la cadencia en el habla.
— Y la actitud, Marcos, la actitud sobre todo.
— Las muecas de asco, el desprecio, todo eso es lo que pensamos. Y es que el racismo es uno de los principales obstáculos para los indígenas, basta con tener huaraches, sombrero, de piel morena, bajos de estatura, y colores fuertes para ser identificados.

EN TODOS LADOS

En entrevista para Imagen Médica, algunos acompañantes a la marcha Zapatista instalados en el deportivo Xochimilco, cuentan su historia:
— ¿Desde donde viene?
— Del municipio de Donato Guerra.
— ¿Hay una clínica u hospital a donde acudir?
— No. No hay nada. Dice desconfiado.
— ¿Llegan doctores?
— No. Nadie viene. Y agrega: El agua la sacamos de un manantial.
— ¿Qué enfermedades padecen?
— De gripa, de tos, de muchas.

El corto diálogo se dio con un hombre con huaraches, de piel moreno oscuro, de mirada desconfiada y resistente para hablar.

Otro indígena de rasgos similares, con pantalón de manta, y camisa rota, como si los hubiera usado desde tiempo atrás, con sus pies maltratados a causa de los huaraches desgastados, responde con soltura a la reportera.
— ¿De dónde es?
— No. No te puedo decir nada.
— Sólo deseo saber con que servicios de salud son los que cuenta.
— De Jalisco, Tuxpan de Bolaños, contesta tímidamente.
—¿Te llegan las campañas de salud?
— No. Y repite: ¡No!
— ¿Los visitan médicos?
— A veces, pero casi no van.
— ¿Que enfermedades padecen?
— Pus desnutrición. Es lo más importante. Agrega: Habemos muchos indígenas allá, y somos mal atendidos del gobierno.

En el Zócalo capitalino, un indígena de San Sebastián, Jalisco, expresó su inconformidad con decisión y carácter.
— ¿Existen clínicas en su pueblo?
— Sí hay, pero las medecinas ya están caducadas, y hay auxiliares de enfermeras.
— ¿Qué enfermedades padecen?
— Hay tos, úlceras, y la tuberculosis que no se cura.
— ¿Hay doctores que lleguen a curarlos?
— Sí llegan, y si no, nos arrimamos a la clínica, pero sólo si uno va grave nos reciben.
— ¿Cuántas clínicas hay?
— Una. Y agrega: Nosotros trabajamos en el campo, y si hay picadura de víbora o alacrán y no hay una clínica cerca, pus se muere. Estamos peleando porque se hagan operaciones en esas clínicas, dice.

Exige:
Necesitamos ahí una ambulancia, no tenemos ningún servicio, no hay agua -y aclara-, bueno, hay cuatro tanques, pero no alcanza al pueblo.
— ¿Hay medicina?
— No. No hay, tampoco hay carretera para que lleguen de inmediato. La desnutrición también hay, y los jitomates, frutas y verduras se hecha a perder porque no hay comunicaciones, y en burro, se mayugan, se rompen. Y pues los padres de familia se cansan.

Reclama:
Estamos marginado, arrinconado, abandonado. Cuando llega el aire del mes de hoy, los estudiantes están comiendo pura tierra, y me da tristeza. ¡Por eso estamos aquí!, ¡No más engaños, y no descansaremos!

Durante su discurso en el Zócalo, la comandante Esther dijo:
—" . Nos han tratado como objeto y siempre no nos han visto como seres humanos.
"Principalmente a las mujeres mueren por partos, ven sus hijos morir en sus brazos por falta de atención médica porque en los pueblos indígenas no hay centro de salud y si hay no recibimos trato ninguo como persona, ponen la medicina un rato y un doctor cuando llega un funcionario del gobierno y llegan los medios de comunicación para dar una imagen que hay atención de salud en los pueblos indígenas y así manipulan la información.

"Nosotras las mujeres sufrimos tres veces más uno por ser mujer, dos por ser indígena, tres por ser pobre."

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