Por Karen Cervantes

Twitter: @karencitoww

 

“Solo en la agonía de despedirnos somos capaces de comprender la profundidad de nuestro amor”.

George Eliot

 

Tal vez “adiós” sea la palabra más triste de nuestro vocabulario.

Tal vez “adiós” sea la acción más cruel del ser humano.

Nunca me han gustado las despedidas, fingir fortaleza, olvido, contener las lágrimas, guardarte un abrazo por temor a perder el control y desmoronarte en la sala de un aeropuerto.

Creo que esa no es la peor parte, la situación más dolorosa se presenta desde el momento en que te enteras que alguien se va, no importa el tiempo, lo que importa es la ausencia, el vacío.

El proceso de mentalizarte y ser capaz de asimilarlo es una verdadera mentada de madre, admiro a la gente que es capaz de guardarse para ellos mismos su sentir, espero tengan una receta y sean tan amables de compartirla porque yo me cansé, no tengo por qué guardarme nada; las lágrimas son mi catarsis.

Erróneamente, en el pasado, preferí huir, acobardarme, alejarme por temor a sentir un intenso dolor a causa de una partida, no hay nada más fácil y más incómodo en este mundo que escapar. Sí, escapar de las situaciones que duelen, matan y queman.

Esta vez no quedará en mí y aunque pierda toda la sensatez iré a decirte: “Adiós y gracias”.

Espero me dejes el recuerdo de la mirada de tus ojos verdes y el sarcasmo de tus palabras, porque así es cómo he decidido recordarte. Y lloraré, pero no te preocupes, ya tengo un hombro que me han brindado para derramar mis lágrimas, esas que limpiarán mi alma, también tengo quién me levantará cuando mis pasos tropiecen en mi nuevo camino.

Guardaré para ti nuestra hora, si sientes soledad no pienses en mí con nostalgia, hazlo con alegría; que todos los días en la segunda hora del día, cuando la obscuridad busque la iluminación, yo miraré al cielo y te recordaré con una media sonrisa dibujada en mis labios.

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