Por Katherine Aguirre

Twitter: @kath_af

 

Nunca fui muy buena con las palabras, todavía recuerdo lo mucho que me costó decirle a mi primer amor lo que de verdad sentía. Pase horas tratando de esquivar el tema solo porque el hecho de decir “te amo” me provocaba una sensación de vulnerabilidad que no sabía controlar y me imaginaba mil escenarios en los cuales terminaba haciendo un desastre por no saber lanzar al aire las palabras que mi corazón quería que dijera.  

Mi madre siempre me dijo que algunos sentimientos son tan grandes que a veces es mejor escribirlos y dejarlos tomar vida entre tus dedos para que al momento de decirlos se entiendan y tomen brillo.  

Así que empecé a dedicarme a escribir, sobre todo aquello que me costaba expresar en persona, y resulto ser la mejor solución a todos mis problemas. Logré dominar los miedos y mis sentimientos, aprendí a expresarme no solo en palabras, sino también en besos o en simples miradas. Ya podía demostrar todo lo que mi corazón sentía sin dejar que mi mente tomara el control en esas situaciones y me hiciera entrar en un ataque de pánico.

Entendí lo que era amar y todo lo bueno que eso generaba en mí, pero también me encontré cara a cara con el hecho de que no todo siempre se mantiene de color rosa; que con las mismas miradas, besos y palabras que utilizamos para declarar amor, también pueden ser utilizadas por otros en nuestra contra para herirnos y rompernos de una forma u otra el corazón dejándonos inválidos de sentimientos.

Estoy aquí para escribir las mejores y peores experiencias, las veces que me han arrebatado las ilusiones y me han dejado limpiándome lágrimas de los ojos, aquellas historias que nunca terminaron de suceder por no atreverme a arriesgarlo todo, pero que mi mente sí termino de crear y las dejó intactas en la memoria.

Y por más que sé que en algún momento tuve miedo de demostrar que soy un ser imperfecto, que también rompí corazones y causé muchas lágrimas, aprendí con el tiempo a vivir con los demonios de un pasado que no puede cambiarse y aceptar que si estoy nerviosa me como las uñas, o que sufro de problemas de confianza tal vez por las vueltas que ha hecho mi destino, el cual me hizo descubrir que la belleza se encuentra escondida en las cosas simples. En enamorarse sin pensar en el dolor que antes te ha causado, en entregar el corazón sin miedo a que sea destruido y en escribir sobre eso cartas de amor.

 

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