Por: Karen Cervantes

Twitter: @karencitoww

 

“La única manera de escapar de la tentación es caer en ella.”
Oscar Wilde

 

La naturaleza del ser humano se caracteriza por tener un amor y una pasión extraña con la prohibición y ante esto no podemos hacer nada, perdón si rompo tu corazón, pero ni tú, ni yo, ni la persona más santa (mojigata) que conozcas puede evitar caer; habrá momentos en los que se resista, pero al final está postergando el momento en el que sucumbirá ante lo prohibido.

Alguna vez leí una frase que decía “si quieres que haga algo, solo debes prohibírmelo”. Es increíblemente cierta.

Traemos en la sangre la rebeldía y las ganas de descubrir las cosas por nosotros mismos, tal vez siempre preferimos arrepentirnos en lugar de vivir la maldita duda en la cabeza sobre lo que pudo haber pasado si hubiéramos decidido actuar de una u otra forma.

Por otra parte, tenemos la mala costumbre de pensar (al menos a mí me sucede y más seguido de lo que me gustaría) que detrás de un “no lo hagas” o de un “no debes de…”, existe algo que nos invita a tomar el riesgo y hacerlo, contrario a las advertencias que se nos presentan. Tal vez imaginamos que si recibimos un NO, secretamente existe un SÍ que ruega ser escuchado.

Cuando se hace algo que, desde diversas perspectivas no debería de hacerse, la sensación es incomparable: adrenalina, piel erizada y fría, sentir que el corazón perforará la piel por la gran fuerza con la que late.

Hazlo, arriésgate.

Vivimos en un mundo lleno de tentaciones y podrás huir o esconderte, pero al final siempre caerás; he ahí la magia de la vida.

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