Evidencia para las políticas

Juan Ramón de la Fuente. 1994-1999:
¿un médico para los médicos?

Gustavo Leal F.*
Parte VII

A la hora de integrar el Gabinete y el nuevo equipo de gobierno, el presidente Zedillo y sus colaboradores más cercanos pudieron haber evaluado la posibilidad de dejar en manos de economistas y administradores la gestión sexenal de la política de salud y seguridad social. De haberse tomado esa decisión, México se habría ligado a una tendencia generalizada en la mayor parte de los países de la OCDE desde principios de los años ochenta. Sin embargo -afortunadamente, dirán unos; desafortunadamente, dirán otros-, la decisión no fue tomada en ese sentido.

Se dice también que desde sus tiempos de Secretario de Programación y Presupuesto, Zedillo habría manifestado reservas sobre el funcionamiento del régimen de seguridad social. De ser cierto, tal vez ello contribuya a explicar la intención inicial de ubicar a economistas y administradores al frente del sector.

Pero es claro que mientras el presidente pudiera haber deseado ver como principal responsable a un científico eficiente de este corte, el gremio médico buscó mantener su lugar en la arena política”1.

Ante los severos conflictos intergremiales que venían acontecían en la arena sectorial2, las siempre borrascosas “decisiones” de Zedillo -especialmente después del “error de diciembre”-, lo “persuadieron” para que nombrara a un secretario de Salud “médico”:

“En cualquier caso, lo que la gestión sexenal de las necesidades nacionales en materia de salud tal vez requería era más bien un político, que pudiera o no tener como precondición ser científico, toda vez que ello no otorga automáticamente el pasaporte para el arte de la política. Un político empapado y conocedor de las leyes y tiempos de la esfera en que se toman las decisiones: el tablero del ejecutivo; un jugador más de ese tablero, capaz de manejar la agenda sectorial y, en esta medida, capaz también de reconformarla y defenderla en los términos de ese tablero, desde la cual se diseñan justamente las políticas.

En suma: un secretario artista de su agenda en el tablero del presidente; un político suceptible de optimizar su visión y recursos en los marcos de lo posible”3.

Sin embargo, no fue un “político” sino un “científico” quién triunfara en la liza; un “científico” que, como habrían de mostrar lo Administración 1994-1999, no estaba particularmente dotado para desenvolverse con la astucia e inteligencia que demandaba la altura y situación del tablero presidencial.

Para esa altura y esos retos, la conducción de las políticas de salud y seguridad social del “México del TLC” requería “científicos” y “políticos” organizados como un solo grupo; como grupo de expertos clínicos rodeado y asistido complementariamente por especialistas en epidemiología, sistemas y administración de servicios de salud y alguna evidencia de economía para la salud.

Pero, paradojas de la vida, sucedió al revés. Aunado al irrefrenable peso de la inercia sectorial de Soberón y Kumate y a la costosa ausencia de un auténtico liderazgo clínico moderno, lo complementario usurpó la toma de decisiones, siempre muy pegadito a los caprichos, juicios y prejucios de Luis Téllez, coordinador de asesores del “accidente” Zedillo:

“El primero de diciembre de 1994 asumió la responsabilidad de Secretario de Salud un clínico ´moderno´; el Dr. Juan Ramón de la F uente. De la misma manera que todos sus predecesores, con este nombramiento el presidente otorgó al gremio médico, para usar el célebre apotegma de Gandhi ´el cheque en blanco de un banco quebrado´, con la sola diferencia de que, en esta ocasión, se establecieron cláusulas de condicionalidad explícitas”

Como lo expresara con todas sus palabras el, entonces, subsecretario de Planeación de la SSA Javier Bonilla Castañeda4: era preciso

Un pacto cardinal de modernización de acuerdo al cual no habría incrementos presupuestales notables por parte del Ejecutivo -por lo menos para el primer año de gobierno-, aunque sí el compromiso adquirido por los nuevos responsables de la agenda pública de usar apropiada y eficientemente los recursos, garantizando buenos resultados en los programas del sector”5.

En este marco ¿qué podría hacerse por la agenda de la política pública?

* Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco


1 G. Leal F. (2000), Agenda y diseño de la reforma mexicana de la salud y la seguridad social, Serie Académicos, Núm.30, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, DCBS, p.36.

2 G.Leal F. (1991), Democratización inaplazable: la sucesión de la hegemonías médico-gremiales al traslux del Programa Nacional de Salud 19990-1994. Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, Departamento de Atención a la Salud, Reporte de Investigación, 62, octubre.

3 G. Leal F., Agenda y diseño de la reforma mexicana de la salud y la seguridad social, op.cit. p.37.

4 Reforma, el 6 de marzo de 1995.

5 G. Leal F., Agenda y diseño de la reforma mexicana de la salud y la seguridad social, op.cit.

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