de Quentin Tarantino

por Arturo Garmendia


Con sólo tres películas en su haber, Quentin Tarantino se convirtió, de la noche a la mañana, en un director de culto. Perros de reserva (1992), la primera de ellas, se distinguió de inmediato como un producto fuera de serie por reciclar los elementos más característicos del cine negro estadounidense (violencia física expuesta crudamente, dinámica imparable, humor sardónico y amoralidad extrema) añadiéndoles un trastocamiento del tiempo narrativo y el uso de diálogos ultra intelectuales, no exentos de pedantería, calcados de la nueva ola francesa y de otros modelos europeos. Su reputación creció con Tiempos violentos (1994), en la misma línea de la anterior, que se hizo acreedoraa la Palma de Oro en el Festival de Cannes en ese año y ganó un Oscar para su guión; y si bien su tercera cinta, Jackie Brown (1997) resultó un producto más comercial que personal, contenía elementos propios de su estilo que la hacían por momentos disfrutable.

En 1995 Tarantino dirigió también un segmento de la cinta de episodios Four Rooms , sobre la cual hay pocas referencias, por ejemplo que también actúa en ella, y acaso no ha sido estrenada en México. Seis años después de Jackie Brown se presenta la primera parte deKill Bill, que también ha sido un éxito resonante, y a la que dedicaremos las siguientes páginas.

Avatares del postmodernismo

Si algún producto cinematográfico pudiera catalogarse como postmoderno, este es sin duda la obra de Quentin Tarantino, toda vez que dicha corriente tiene por características principales la recuperación de estilos del pasado, la incorporación en su discurso de diversas corrientes y la ausencia de propuestas ejemplares, toda vez que postula que vivimos “el fin de las utopías”.

Nadie más aplicado que él en la elaboración defilmes cuya base argumental es la mezcolanza de géneros y estilos cinematográficos. Si en el pasado se inclinó por el cine de gangsters y la llamada pulp fiction, o sea las noveletas de misterio o investigación criminal populares en los años 20’s y 30’s; en Kill Bill retoma con buena mano géneros de acción que vieron su mejor momento en las pantallas de cine y televisión a partir de los años sesenta.

En esta narración se dan cita los mismo las zagas de samurais de Kurosawa que las cintas japonesas de consumo masivo de karatecas, yudocas, ninjas y otros entusiastas de las artes marciales, incluida desde luego la serie televisiva Kung Fu cuyo protagonista, David Carradine, es objeto de homenaje especial al otorgársele el papel de Bill. Pero no sólo él: si se tuviera y tiempo y paciencia se advertiría que la cinta está llena de homenajes a esa iconografía, de la que sólo mencionamos dos, a manera de ejemplo: el traje amarillo de la protagonista es réplica exacta del que portara Bruce Lee en su última película; y los antifaces de la banda de los 88 locos, que aparecen en la sangrienta batalla hacia el final de la cinta son referencia al mismo Lee cuando aparecía como Kato, el co-protagonista de El avispón verde, otra serie sesentera.

Otro ingrediente importante es el llamado spaghetti – western de los años setenta, del que se recicla la ampulosa exploración del espacio visual, con complicados desplazamientos de cámara montada en rieles o grúas; la música brillantemente orquestada, entonces y ahora por Ennio Morricone, que acompaña sincopadamente el desplazamiento de imágenes; las extravagantes caracterizaciones y la actuación fría, irónica, sin matices de los protagonistas. Escenas tan logradas como el monólogo de O-Ren Ishii (Lucy Liu) al ser entronizada Reina del Hampa en Tokio, o la entrada imperial de ella misma al antro donde celebraría su victoria son tributarias a este estilo, del que era maestro Sergio Leone.

Finalmente, y no por ello menos importante, un tercer ingrediente es la animación japonesa derivada de la estética de los comico manga japoneses, denominados anime. De hecho, la cinta incluye cuatro secuencias de animación, realizadas por Katsuji Morishita, través de las cuales se narran algunos aspectos de la trayectoria de O-Ren Ishii, en su carrera criminal: la muerte de sus padres a manos de un capo de la mafia japonesa, de la cual es testigo a los nueve años de edad; su venganza a los once, aprovechando la índole pederasta del mafioso; y su conversión en asesina a sueldo a los veinte, al tenderle una emboscada a cierto jerarca de origen supuestamente mexicano. La cuarta secuencia es una reconstrucción del atentado contra La Novia, el personaje de Uma Thurman que da pie a toda la película…

La ausencia de contenido

Llegado a este punto, caigo en cuenta de que en lo dicho nos hemos referido únicamente al estilo, a la forma, y poco se ha mencionado del contenido de la película. El problema es que no existe, pues la trama es minúscula y puede resumirse en unas cuantas palabras:

Al iniciarse la acción, La novia sale del estado de coma en el que ha permanecido los últimos cuatro años. Está ahí porque el día de su boda Bill, el jefe de la banda criminal DiVAS (Deadly Viper Assassination Squad)a la que ella pertenecía, se hace presente y masacra a todos los asistentes al evento, dejándola como única sobreviviente. Cuando Bill se aproxima a rematarla, le informa que está esperando a un hijo suyo, pero esa revelación no detiene el tiro de gracia que le propina. Bill se ha hecho asistir por el resto de la banda: La ya mencionada O-Ren Ishii, apodada(Lucy Liu);Vernita Green (VivicaFox) y Ellen Driver (Darryl Hannah).

A partir de estos antecedentes, lo único que ocurre son los cuatro flash backs tipo anime ya reseñados y seis secuencias correspondientes a otros tantos aspectos de la venganza de La novia: la huída del hospital y su reconstitución física; el encuentro y muerte de Vernita Green; la forja de una espada vengadora; el irresistible ascenso de O-Ren Ishii al trono de sangre de Tokio; la batalla con los 88 locos enmascarados y el showdown final de la mamba negra contra la serpiente…, en un paisaje invernal. De ellas, solo el episodio de la espada no es un encuentro cuerpo a cuerpo(s).

Los personajes son planos, unidimensionales, tallados en un solo bloque. Sus motivaciones, predeterminadas. Sus relaciones no son mas que las que el combate en diversas variantes de las artes marciales les permite. En estas condiciones, más que un filme parece que estamos inmersos en un videojuego, con el agravante de que no podemos interactuar en él.

Peor aún es que las virtudes capitales de Tarantino están, en general, también ausentes. La narración es lineal; los diálogos han son artificiales, que no artificiosos; la violencia desde luego es gratuita y poco impactante en tanto que se ejerce sobre peleles y no sobre personajes que de alguna manera nos conciernan e importen.

En su descargo, digamos que la puesta en escena es impresionante, sus coreografíasbien diseñadas y ejecutadas con precisión, Vista desde este ángulo, la cinta podría pasar por un ballet modernista, escaso en el tema pero jugoso en su representación; pero ¿acaso no todas las superproducciones actuales tienen la misma excelente factura y el mismo vacío conceptual?.

Alguien, por favor, devuelva a Tarantino a las cintas de bajo presupuesto, aléjelo de la tentación de la taquilla y reintégrelo a su desencantada creatividad.

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