Por Mayra Carrera
Twitter: @Advanita

 

Era viernes, lo recuerdo bien.

Estabas ahí, sí, ahí, entre las sombras.

No dijiste tu nombre, pero ¿a quién le importa?

Tú siempre haciéndote el interesante. Siempre.

A nadie le importa tu nombre, ni lo que tengas que decir; deja ya, deja ya tu arrogancia.

Me buscas cuando he logrado soltarte y me ignoras cuando me engancho de nuevo. Eres como esa droga que quiero dejar y al final es mi único consuelo. Eres eso, necesidad, deseo.

 

No se qué es lo que estoy haciendo, pero quiero que sepas que jamás nadie había estado aquí; mira, sé lo que te digo, escucha; no, no volveré a preguntar tu nombre porque no me importa; bésame, abrázame, mira, mira toda esta cama fría, cántame una canción, deja te toco el vientre perfecto, sí, sí eres el de las fotos, estos cuadros que tienes marcados en el vientre incitan a que juegue un rato y siempre pierda porque quién no quisiera perderse entre tu vientre y tu sexo perfecto, entre la selva de tu deseo y esas piernas delgadas que se rozaron con las mías tan gordas y llenas de celulitis; sí, mira, celulitis. Oye, cuéntame, ¿qué música te gusta? Hueles bien, ¿a qué huelo yo, a alcohol? Sí, claro, me bebí la botella completa mientras tú escuchabas la canción de Sober de Tool y reías de quién sabe qué, pero eso tampoco me importa así como no me importa cómo te llamas. ¿Eres forastero? ¿De dónde es que vienes? ¿Quién eres? Abrázame, así, mira, no me sueltes, quiero amanecer pegada a ti y sentir que eres real y no eres un sueño porque he tomado mucho clonazepam.  No puedo dormir, ¿sabes?  y ahora te tengo aquí, deja que acaricie tus cabellos, deja que bese tus brazos tan delgados y marcados, deja te hago pequeños tatuajes entre la curvatura de tus bíceps y paso las yemas de mis dedos por debajo de tu ombligo, deja que sienta que eres real y que estás aquí, que dijiste que sí, deja que meta mi lengua en tu boca para probar tu sabor, deja descargo toda mi soledad en tu cuerpo de acero, deja, solo deja. ¿Quieres café? Abrázame y no me sueltes, no te vayas tan pronto, no, no lo hagas. Abrázame, no te vayas tan pronto.

 

Despierto.

 

Sobre el buró había una taza con café que nadie bebió, el lado izquierdo de mi cama estaba tibio, había un aroma a juventud. Estoy segura de que no lo soñé, que él estuvo aquí. Me niego a creer que fue un sueño porque todavía siento en mis labios el sabor de su aliento lleno de deseo; sé que estuvo aquí porque mi cuerpo está sudoroso y apacible: en éxtasis. Siento en las entrañas un cosquilleo. No, no lo soñé. No, no pude imaginarlo, él estuvo aquí.

 

Despierto.

 

El café del buró es de mi madre, el lado de la cama tibia es del desfibrilador que tuvieron que ponerme, me ha dado un micro infarto; el cosquilleo es la sonda de orina, el sabor de mis labios es el del reanimador manual cuando caí en paro y mi cuerpo sudoroso es por el esfuerzo que hicieron en reanimarme; el éxtasis por las cargas de adrenalina para regresarme.

Sé que él estuvo, que nadie me diga lo contrario, yo le viví, estoy segura, y ahora me encuentro atada a esta cama. Suéltenme, déjenme ir a buscarlo, él estuvo aquí… el estuvo aquí.

 

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