Por Fernando González
Twitter: @DePapelyTinta

 

Te escribí una carta. Disculpa si es muy corta. Disculpa también si carece de elocuencia, aunque en realidad, ¿quién es elocuente cuando de amor se trata?

Hoy luces hermosa. A pesar de que no estoy viéndote, sé perfectamente que luces hermosa. Es tu esencia, tu naturaleza. Disculpa por haberme tomado tanto tiempo en decidirme para escribirte algo, pero no me atrevía. No me atrevía porque las palabras, las líneas de mi cuaderno, mis latidos y mis vidas siempre me parecieron insuficientes para expresarte lo que provocas en este pecho tan lleno de heridas y cicatrices. Y siguen siendo insuficientes.

¿Sabes? Es muy difícil lidiar con esta distancia que me impide salir a toda prisa a besarte y darte todo lo que soy en esos besos. También es muy difícil adaptarme a la idea de no poder escuchar tu voz, perderme en tus ojos, enloquecer con tus lunares, habitar en tus labios y en tu corazón cada segundo que marcan las manecillas. Qué complicado es pasar mis noches contigo solo mientras sueño, y despertar y ver vacío el lado de mi cama que deberías ocupar. Sin tu cuerpo. Hay cientos de cosas complicadas, pero hay miles de cosas extraordinarias como el abrazo cuando nos miramos, o gastar mis tardes besándote y que las horas se nos escurran entre los labios, o esa felicidad que me invade el cuerpo cada vez que ríes, o que tomas mi mano, o que me deseas los buenos días. Invades mi cuerpo con todo y sus heridas. Esas cosas extraordinarias.

Nunca he sido tan honesto como cuando digo que los segundos nunca han sido tantas eternidades juntas mientras espero el momento de verte, y que nunca fueron tan insuficientes como cuando estamos juntos.

Eres mi concepto de perfección. Eres mi punto de partida y de llegada. Mi aire y mis pulmones. Eres todos mis sentimientos. Eres lo que soy.

Como te dije antes, disculpa la insuficiencia de estas letras, y disculpa la falta de elocuencia en ellas. Como sea, dudo algún día poder ser certero al momento de decirte lo que mueves aquí dentro. Y qué bueno. Sé y entiendo el riesgo latente y constante de que un día te me vayas de mi vida, pero mientras estés acá, soy tuyo y soy para ti. Nunca me sentí más seguro de decirlo.

La única certeza que tengo es que no necesito más cuando estás tú y que este amor que siento por ti es lo suficientemente fuerte para cuidarte de todo y todos. La única certeza que tengo es que todo sobre mí, se trata sobre ti.

 

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