Por Mayra Carrera
Twitter: @Advanita

 

Hace 13 años que guardo una caja. Una caja azul.

 

Durante todo ese tiempo me he sentido imposibilitada para abrirla; he querido hacerlo en dos ocasiones, pero mis manos han temblado. Sé que no era el momento.

 

Anoche abrí la caja azul.

 

Las manos no me temblaron al tocarla, supongo que lo superé, pero uno nunca supera la muerte de alguien; simplemente deja de doler con el paso del tiempo y solo quedan los recuerdos anclados en el corazón.

 

La caja azul estaba llena de tesoros. Dentro había fotos, pasajes de tren, tickets de entradas a museos, apuntes de la dictadura de Pinochet, un diccionario de bolsillo, versos escritos en el menú del tren ligero, ese que pasa por el Channel Tunnel debajo del canal de La Mancha y un disco de Jacques Brel.

 

Había también una foto –la última que se tomó el dueño de la caja azul cuando estaba en Bosnia–, una camisa de Nirvana y una carta de despedida, cual no quise leer pero tenía que hacerlo; 13 años son demasiados para mantener en cautiverio tales cosas.

 

“Sé que estás deshecha por mi partida, sé que sientes que te abandoné en medio de todo, pero sabes que yo me había abandonado hace mucho tiempo; era como un pájaro con las alas rotas que permanecía en un lugar donde no quería estar porque no podía volar. Ahora es que vuelo; sé feliz que ahora yo lo soy. Vendrán primaveras y no estornudaré más encima de ti, vendrán inviernos y no cobijaré tu cuerpo friolento y, en cada uno de los otoños que te lleguen, recuerda que solo fui una hoja seca que se posó en el suelo por donde pasaste, que recogiste aún sabiendo que jamás reverdecería. Sé libre que ahora yo lo soy. Que nadie borre tus letras y ojalá tu cuerpo sepa escoger bien a quién va a entregarse y tu corazón a quién amar. Ojalá que tus manos le escriban solo a quienes lo merecen y que tus ojos miren solo a gente que sea digna de que le regales una mirada desde el fondo de tus ojos negros. No llores por mí, estoy en un lugar mejor. No llores más, que yo ya no lo hago. Perdóname, perdóname tú que yo fui incapaz de perdonarme. Se que nos encontraremos en otra vida, pero mientras eso pase, vive esta, vívela. Vívela, no seas cobarde como lo fui yo. Todo estará bien sin mí y cuando regreses a Amberes y pases por el bazar, recuerda que te regalé mi vida entera en ese beso y el disco que aquí  te dejo. Te amé con cada una de mis venas, con el corazón y con el cuerpo entero, con mi cuerpo dolido y cansado por el peso del recuerdo y del pasado. No te abandoné, te dejé ser libre; quizá no lo comprendas, pero fue tu amor el que me mantuvo vivo más de lo que yo mismo imaginé. Y al final mis demonios ganaron la batalla. Te amé en esa vida y aunque ahora ya no esté en ella, sé que te amaré en otras más, y sé también que llegará esa en donde nuestro amor le gane a todo, hasta a mis más ínfimos demonios. Te amo más allá de la muerte”.

 

Yo abrí una caja azul llena de tesoros. Saqué todos esos tesoros y vacié todo mi dolor y llanto en ella. Luego la sellé.

 

Tengo una caja azul que ya no tiene tesoros, está llena de dolor y desolación. Espero pasen 13 años o 20, alguien la encuentre y tenga la valentía de abrirla y libere todo. Me libere.

 

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