Por Camilo Villanueva

Twitter: @LetraSilenciosa

 

 

Nada ha cambiado desde aquella noche. Tu sonrisa sigue siendo la misma pero un poco gris. Ese árbol que ves allá tiene el mismo tallo, la diferencia puede ser que ahora tiene un poco más de fruto. ¿Recuerdas mis manos? Siguen escribiéndote, y mis ojos aún simulan verte.

El cielo que nos cubría ahora tiene un poco más de estrellas, pero no cambia. Incluso la canción que escuchábamos todavía está en mi reproductor haciéndome mover con cada melodía que pronuncia tu nombre.

Tus abrazos siguen estando intactos en mi piel; la soledad ha desgastado un poco el aroma pero siguen aquí. El último “te quiero” aún retumba en el vaivén del viento: de vez en cuando cierro los ojos y me detengo a buscar tu voz en el ruido para imaginar que puedo escucharte porque haces falta en mis oídos y todo lo demás.

La habitación no cambia, sigue estando en aquella casa, aunque un poco vacía. El espejo en el que solías reflejarte está algo empañado de ausencia igual que aquel labial sin abrir que dejaste en el bolsillo derecho de tu boca.

Las carcajadas susurran que un día fuimos felices; la almohada tiene un espacio guardado para tus sueños y mi pecho aún quiere mostrarte cómo lo haces latir.

Pero como te escribo, aquí nada cambia: las cortinas de humo que dejaste se mantienen, las promesas no se han roto, las risas permanecen, los momentos no se esfuman, el lugar sigue intacto y tu recuerdo no nos acerca ni permite que te olvide. Porque aquí nada cambia, tampoco pasa.

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